lunes, 19 de octubre de 2009

Portadora

Cuando viajan, Irma lleva los pasajes y papeles de toda la familia en su portadocumentos.

viernes, 9 de octubre de 2009

Corre, limpia, barre

Orlando no es de esos padres que aprovechan toda ocasión para desenfundar una anécdota sobre la colimba, mientras sus interlocutores se escapan sigilosamente para no volver a escucharla. Orlando hizo la colimba pero no habla mucho sobre ella. En realidad, no habla mucho sobre nada. Nadie jamás lo escuchó quejarse por esos días en los que comió mal y tuvo que correr de madrugada.

Orlando no apoya el retorno de la colimba, no le caen simpáticos los militares, pero sí la tiene idealizada como un espacio que sirve para templar los ánimos de los jóvenes altaneros y maleducados.

"Éste en la colimba no duraba ni dos días", reflexiona cuando ve a algunos amigos de su hijo adolescente.

miércoles, 7 de octubre de 2009

En el 109

Irma y Orlando van sentados en la última fila del colectivo, la de los cinco asientos. Ella está teñida de pelirroja, tiene una chaqueta de cuero y sobre su falda tiene una bolsa cuyo dibujo es una flecha que señala a la propia Irma. Él luce un juego de jogging de marca, combina campera y pantalón. Mientras él cabecea y está a punto de dormirse, ella mira por la ventanilla.

Irma le señala algo y se lo comenta. Él le dice que sí, aunque yo creo que no la escuchó y que acaba de despertarse. El viaje sigue sin demasiada charla y en Cabrera y Mario Bravo él le señala un Renault Minuto, un taller especializado en esa marca. Ella también le dice que sí con la cabeza y sigue mirando para su lado. Me bajo y ellos siguen viaje, tomados del brazo en el fondo del 109.

sábado, 3 de octubre de 2009

Paseo en auto

A bordo de un Renault 12 que va a paso de hombre por Acuña de Figueroa a la altura de las flores.

Un Orlando envejecido, flaco, consumido por las preocupaciones, al volante. A su lado, una Irma también mayor toma café de la tapa de un termo.

No se miran, no charlan, no se ríen. Quizás en la cuadra siguiente, Irma va a reclamar, al borde del puchero: "No me sacás nunca, Orlando, y cuando me sacás, no sé para qué, si no me hablás". Orlando, mientras tanto, ajeno a los pensamientos de Irma, maneja despacio para que ella no se queme con el café, pero no se lo dice.

jueves, 1 de octubre de 2009

Italia

Orlando tiene familia en Italia. Su hermano fue hace unos años. Desde entonces Irma insiste en que ellos también tienen que ir. Orlando nunca se animó a ir más lejos que a Brasil. Las excusas para justificar su sedentarismo han sido diversas: que el hermano viajó en el 1 a 1, que sería poner en un compromiso a esos parientes que no conoce, que en el avión se le hinchan los pies, que no se siente cómodo en otra casa que no sea la suya.

Irma se pregunta cómo hizo su concuñada para convencer al hermano de Orlando, que es igual que él, pero ni loca le saca el tema cuando se hablan por teléfono. Arde de envidia, pero no lo manifiesta.

Hace mucho que Irma no le dice nada a Orlando sobre ir a Italia y ahora se le metió en la cabeza que como los chicos están grandes, pueden viajar ellos dos solos. Menos plata, menos molestia y si Orlando le vuelve a decir que no le gusta estar en otra casa, se separa y lo echa así se acostumbra, se manijea sola.

Irma se da coraje visualizándose en el Coliseo, con shorcitos y zapatillas, mientras un Orlando embobado le saca fotos. Mira el programa de Donato y se imagina las pastas riquísimas que deben amasar todos los parientes de Orlando. Supone que también debe haber helados muy ricos y pilchas inalcanzables, pero que, revolviendo, alguna ganga va a encontrar. También anticipa que a los dos días van a estar hablando el idioma.