miércoles, 17 de septiembre de 2008

Kiosqueros

El viernes a la noche, estábamos antojados de helado de kiosco. En un comercio del ramo, sobre Medrano, atendía un matrimonio de unos setenta años (de edad, no de matrimonio).

Ella nos preguntó con bastante mala onda qué queríamos. Helado, dijimos desde atrás de la reja. Él fue hasta la heladera y con paciencia nos fue cantando cada gusto de Epa y Conogol, con sus coberturas y sus salsas. Cuando vio que la descripción no nos alcanzaba para tomar una decisión, nos acercó los diferentes helados hasta la reja para que eligiésemos.

Hasta ahí no sospechamos nada, pero cuando ella le preguntó, vigilante: "¿Qué llevan, Humberto?", supimos que estábamos ante una versión en persona de Irma y Orlando.

¿Cómo llegaron a esto?

Los años pasaron, los chicos crecieron y se fueron, Orlando cambió de rubro y se puso el kiosco, muy bien no le fue e Irma no tuvo más remedio que dar una mano. Rápida, se parapetó en la banqueta, detrás de las golosinas y debajo de los cigarrillos, y desplazó a Orlando al fondo. Pero la atención al público no es lo suyo. Está obligada a relacionarse con gente que no elegiría y no lo tolera. (Recordemos que Irma es ama de casa). Para colmo, cree que Orlando lleva mal el negocio, peor, que siempre lo llevó mal y ella no supo darse cuenta a tiempo, y eso ocasionó peleas cruentas hasta que Orlando bajó los brazos y se entregó.

Pero aunque ahora es la que lleva los pantalones también en el negocio, o quizás precisamente a causa de esto, Irma está amargada. Orlando no sabe qué hacer para que recupere la vivacidad de siempre. Extraña la época en que tenía que decirle "Cómo hablás, Irma". Multiplica esos gestos solícitos que en otra época hacían que Irma se sintiera halagada (pelarle la fruta, secar los platos), pero a ella le parece que esas atenciones no difieren de las que le brinda a los clientes. Se cansó de querer que Orlando haga algo más y no terminó de aceparlo tal como es.

Irma está resentida y Orlando, perdido. Ya ni discuten. Las horas pasan lento en el kiosco y mucho más lento de noche. Y encima estos dos locos que no saben qué helado quieren, a esta hora de la madrugada y con el frío que hace.

3 comentarios:

La Oveja dijo...

que triste terminar así...

Sil dijo...

No no no, me resisto, hay un montón de Irmas y Orlandos y hay un montón de bifurcaciones en las que pueden zafar de eso. Vamos que el destino lo hace uno carajo! Cambiemos el kiosco amargo por un fin de semana con jubilados al Casino de Mardel!

Anónimo dijo...

qué triste final, aún para irma y orlando.