martes, 29 de diciembre de 2009

Orlando al volante

Orlando recuerda que cuando era joven le gustaba la velocidad. Eso es cierto. Lo que no aclara, porque le da vergüenza, es que no podía ir muy rápido porque sus autos, durante décadas, fueron auténticas batatas. Andaban bien. Te llevaban y te traían, pero no levantaban gran velocidad. De grande, como ya contamos, tuvo un cero kilómetro, pero para entonces ya no quería demasiada joda al volante. Orlando se siente responsable por su familia y por eso respeta casi todas las señales. En la ruta se pone aún más riguroso. A veces se permite no poner el guiño para cambiar de carril, por ejemplo, pero lo hace cuando no viene nadie. O al menos eso dice él.

Cuando él está al volante, o sea, siempre porque Irma no sabe manejar y él no permite que sus hijos lo lleven, los que viajan atrás deben estar quietos. Dice que lo distraen cuando se mueven y que eso le molesta para manejar. Con sus hijos se enoja especialmente cuando le clavan la rodilla en el respaldo o cuando se ponen demasiado perfume y le dejan el auto con un aroma que no le gusta.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Luces

Irma y Orlando sacan fotos con flash en paisajes nocturnos. Por ejemplo, a una montaña.

martes, 15 de diciembre de 2009

Ya no tiene un pelo ni unos huesos divinos

Irma no entiende qué le pasó a Juana Molina, "tan graciosa que era", y ahora con esos pelos de loca y cantando esas cosas raras. "Ésta toma algo", sentencia, y luego de un examen visual agrega: "tiene rodillas de vieja".

viernes, 11 de diciembre de 2009

Orlando y la modernidad frutal

Como en tantos otros aspectos de su vida, Orlando es brutalmente conservador a la hora de comer frutas. Pese a que ya pasaron más de diez años desde su aparición, el kiwi sigue siendo toda una novedad para él y no termina de entender por qué Irma lo come con pasión. Claro que no hará a un costado un pedacito de kiwi si se lo encuentra en una ensalada de frutas, pero intenta tragarlo rápido, para no sentirle el gusto.

El mango tampoco entró en su dieta y no pierde ocasión para remarcar que el carozo es demasiado grande, como si, de por sí, eso fuera malo. La vez que Irma compró una chirimoya, "para probar", y le dijo lo que costaba por unidad, casi la mata.