Orlando no puede entender la cantidad de reclamos que escuchó de parte de Irma a lo largo de toda su vida. Que no la escucha, que no la saca a pasear, que no la alienta con sus cosas, que no se acuerda de las cosas que le cuenta, que no le da bola a su mamá, que deja todo tirado, que le da todos los gustos a la mayor, que maneja sin anteojos.
El nunca hace ese tipo de reclamos en la pareja porque no espera que Irma sea de otra forma. La acepta como es y cuando siente que ya lo está invadiendo demasiado, se despacha con su máxima exigencia: "No me rompan las pelotas, es lo único que pido".
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3 comentarios:
Yo soy un poco Orlando también. Es eso bueno??
Amén, Orlandito.
Y me parece que una vez lo escuché rematando con un "por el amor de Dios".
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