Ayer nos encontramos con Irma y Orlando en persona. Ibamos caminando por Alberdi, al 100 o al 200, cuando vimos venir a una pareja integrada por un tipo alto, robusto, panzón y con algunas entradas, pero no pelado, y por una señora teñida de rubio, de rulos, con anteojos y algo culona. Nos dimos cuenta de que eran Irma y Orlando, así que los seguimos, con el mayor sigilo posible, y entramos detrás de ellos a una heladería que estaba justo en la esquina.
Sin dirigirle una palabra ni una mirada, Orlando sacó los billetes del bolsillo (no tenía billetera), mientras ella esperaba que le diera el efectivo necesario para pedirse un heladito. Orlando eligió un billete de 10, que tenía entre otros dos de 20, y se fue a sentar a una mesa que estaba enfrente de la tele. Irma, contenta por dar ese paseíto nocturno y con la ilusión que genera elegir gustos de helado, encaró hacia el heladero, con el billete de 10 en la mano. Pese a que tenía la tele a pocos centímetros, Orlando miraba la calle, pensativo, a través del vidrio. Los dos usaban zapatillas.
domingo, 6 de julio de 2008
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